
Edgardo Colón-Emeric was born in San Juan, Puerto Rico, and moved to North Carolina 31 years ago. He came to attend Duke University and to support his wife as she began her medical residency. What he found here was more than a place to study—it became home. “I love the diversity of its people and its regions—the mountains, the coast. It’s where my kids were born and raised,” he says. “It wasn’t what I expected, but it’s a place where I have my family. I’ve come to know people from all walks of life, including the Hispanic community, the world of the church, and Duke University.”
A theologian by training and calling, Edgardo has worked in his profession since 2007. His contributions to the community have evolved through the years, beginning with hands-on work and shifting toward broader institutional leadership. In the late 1990s, he helped start a Spanish-speaking church and volunteered for many years at the Hispanic Center. He also served for a decade on the board of the Latino Community Credit Union, including time as board chair. “That was a time of very direct engagement with the Latino community,” he recalls.
In the 2010s, he began regular trips to Latin America to work in theological education and ministry training across Mexico, Central America, and Peru. He also deepened connections between churches and communities in Latin America and those in North Carolina by supporting Duke Divinity School students to travel, teach, and minister throughout Latin America. Edgardo was the founding director of the Hispanic House of Studies at Duke Divinity School, and today he serves as dean for the entire institution and initiatives that include support for rural communities and focused training opportunities for Hispanic preachers and ministers in North Carolina.
Edgardo deeply values his cultural heritage. “It’s who I am,” he says. “The gift of being a non-native English speaker is something I treasure. I value my accent.” His Puerto Rican roots have shaped him, but so have his deep ties to Mexican, Central American, and Peruvian communities through his ministry. “My accent shifts depending on who I’m talking to,” he adds with a smile. Language, food, history, and people are all essential parts of his identity.
Reflecting on the role of Latino and Hispanic communities in North Carolina, Edgardo has witnessed major transformations. “When I started ministry in 1997, the Hispanic population in Durham was about 16,000. Since then, the community has transformed the city.” He proudly recalls helping to launch institutions like the Latino Community Credit Union, now celebrating its 25th anniversary. “Our contributions are everywhere—in the arts, in faith communities, in Catholic life, in business, and in higher education. I’ve seen it at Duke University too, meeting with Hispanic alumni doing nonprofit work and changing the narrative.”
He believes the Hispanic presence helps expand what community looks like, creating a broader vision of reconciliation and belonging. “Even with the tension experienced today, I still have hope that we can expand into a community of welcome and connection and mutual support.”
For those visiting the Lotería exhibit, Edgardo offers a powerful reminder: “We don’t all look alike or sound alike, and that’s the gift we bring—the gift of embodying multitudes.” He’s grateful to have been the first Latino ordained in the North Carolina Conference of the United Methodist Church and the first Latino faculty member at Duke Divinity School. “It required leadership and opening doors for others, and it shows what’s possible.”
What he cherishes most is the spirit of celebration within the community. “We know how to celebrate—even when times are tough,” he says. “We celebrate someone’s first birthday like it’s the biggest party in the world. We bring fiesta, even in the midst of heaviness.”
Spanish Version
Nombre: Edgardo Colón-Emeric
País de origen: San Juan, Puerto Rico
Profesión: Teólogo
Edgardo Colón-Emeric nació en San Juan, Puerto Rico, y se mudó a Carolina del Norte hace 31 años. Llegó para estudiar en la Universidad de Duke y apoyar a su esposa mientras comenzaba su residencia médica. Lo que encontró aquí fue más que un lugar para estudiar: se convirtió en su hogar. “Amo la diversidad de su gente y de sus regiones—las montañas, la costa. Es donde nacieron y crecieron mis hijos,” comenta. “No era lo que esperaba, pero es un lugar donde tengo a mi familia. He llegado a conocer personas de todos los ámbitos, incluyendo la comunidad hispano, el mundo eclesiástico y la Universidad de Duke.”
Teólogo de formación y vocación, Edgardo ha ejercido su profesión desde 2007. Sus contribuciones a la comunidad han evolucionado a lo largo de los años, comenzando con trabajo directo y pasando a roles de liderazgo institucional más amplios. A finales de los años 90, ayudó a fundar una iglesia de habla hispana y fue voluntario durante muchos años en el Centro Hispano. También formó parte de la junta directiva de la Cooperativa de Crédito de la Comunidad Latina durante una década, incluyendo tiempo como presidente de la junta. “Esa fue una época de compromiso muy directo con la comunidad latina,” recuerda.
Durante la década de 2010, comenzó a realizar viajes regulares a América Latina para trabajar en educación teológica y formación ministerial en México, Centroamérica y Perú. Además, fortaleció los lazos entre iglesias y comunidades en América Latina y Carolina del Norte al apoyar a estudiantes de la Escuela de Divinidad de Duke para que viajaran, enseñaran y sirvieran en toda América Latina. Edgardo fue el director fundador de la Casa Hispana de Estudios en la Escuela de Divinidad de Duke, y hoy en día se desempeña como decano de toda la institución, liderando iniciativas que incluyen apoyo a comunidades rurales y oportunidades de formación especializada para predicadores y ministros hispanos en Carolina del Norte.
Edgardo valora profundamente su herencia cultural. “Es quien soy,” afirma. “El regalo de no ser un hablante nativo de inglés es algo que atesoro. Valoro mi acento.” Sus raíces puertorriqueñas lo han moldeado, al igual que sus profundos lazos con comunidades mexicanas, centroamericanas y peruanas a través de su ministerio. “Mi acento cambia dependiendo de con quién esté hablando,” añade con una sonrisa. El idioma, la comida, la historia y la gente son partes esenciales de su identidad.
Reflexionando sobre el papel de las comunidades latinos e hispanos en Carolina del Norte, Edgardo ha sido testigo de grandes transformaciones. “Cuando comencé mi ministerio en 1997, la población hispana en Durham era de unas 16,000 personas. Desde entonces, la comunidad ha transformado la ciudad.” Recuerda con orgullo haber ayudado a fundar instituciones como la Cooperativa de Crédito de la Comunidad Latino, que ahora celebra su 25 aniversario. “Nuestras contribuciones están en todas partes—en las artes, en comunidades de fe, en la vida católica, en los negocios y en la educación superior. Lo he visto también en Duke, reuniéndome con exalumnos hispanos que trabajan en organizaciones sin fines de lucro y están cambiando la narrativa.”
Cree que la presencia hispana ayuda a ampliar la visión de lo que significa comunidad, creando una visión más amplia de reconciliación y pertenencia. “Aun con la tensión que se vive hoy en día, sigo teniendo esperanza de que podamos expandirnos hacia una comunidad de acogida, conexión y apoyo mutuo.”
Para quienes visitan la exhibición de Lotería, Edgardo ofrece un recordatorio poderoso: “No todos nos vemos igual ni sonamos igual, y ese es el regalo que traemos—el regalo de encarnar multitudes.” Está agradecido por haber sido el primer latino ordenado en la Conferencia de Carolina del Norte de la Iglesia Metodista Unida y el primer miembro latino de la facultad de la Escuela de Divinidad de Duke. “Eso requirió liderazgo y abrir puertas para otros, y muestra lo que es posible.”
Lo que más valora es el espíritu de celebración dentro de la comunidad. “Sabemos cómo celebrar—aun cuando las cosas están difíciles,” dice. “Celebramos el primer cumpleaños de alguien como si fuera la fiesta más grande del mundo. Llevamos la fiesta, incluso en medio de la tristeza.”
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